La primera pandemia de dimensión planetaria nos tiene atrapados en una especie de exilio existencial. Inmovilizados geográficamente y el alma fuera de lugar. Las cifras de caídos son asimilables a una época bélica. La paradoja radica en quienes engrosan el parte diario de víctimas, pertenecientes a la generación nacida durante la última guerra. También fratricida era la atmósfera que se respiraba en la Florencia de finales del siglo XIII entre güelfos y gibelinos. En este contexto vino a nacer Durante -nombre de pila- Alighieri, autor de La Comedia, cuyo carácter divino fue añadido por Boccaccio posteriormente.

El poema, en primera persona, narra la dura de experiencia del exilio que obligó al poeta a abandonar su Florencia natal por razones políticas. A lo largo de su recorrido por el Infierno, acompañado del poeta Virgilio, Dante interioriza las penurias, deslices, imperfecciones y vilezas que provocan la zozobra del alma humana.

En España atisbo en este año del 700 aniversario muy pocas referencias a la enseñanza e inspiración que el poeta dibuja en su obra magistral. No habrá momento tan propicio como el actual para leer e interiorizar La Comedia, reflejada en la angustia vital que nuestra civilización sufre en pleno siglo XXI. Podrá decirse que su autor, homenajeado como se merece en Italia, nos coge un poco lejos. Sin embargo, puestos a encontrar una percha didáctica, podríamos echar mano de Enrique de Villena, nacido en Torralba de Cuenca y quien tradujo la obra al castellano. España fue el primer país en importar los versos del poeta tan solo un siglo después de su alumbramiento.

Bien merecería Dante Alighieri, al compás del maestre conquense de la Orden de Calatrava, un homenaje por parte de nuestro país. Si no por genealogía, sí con la intención de ahondar en el indomable espíritu del florentino, quien, lejos de claudicar en el cieno del abismo, tuvo el coraje de vislumbrar, después del tránsito por el Purgatorio, el añorado Paraíso. Como humilde aportación quedará para la posteridad el libro Emprendedores en el Infierno, escrito durante el confinamiento junto a mi colega experto en emprendimiento Gianluca Fioravanti. Publicado por McGraw-Hill esta semana ha visto la luz con la intención de espolear a todos. Pero sobre todo al dañado y más humilde tejido empresarial de nuestro país, suscitando la esperanza en tiempos mejores. La alusión al Infierno es un acicate, una invitación a no desfallecer. Como el arroyuelo que murmura, bajando lento con andar tortuoso y en la roca cava su abertura. Entramos al camino tenebroso, para volver a ver el claro mundo, y sin cuidarnos de ningún reposo, subimos por un resquicio de perfil rotundo, a contemplar de nuevo las estrellas, exhorta el poeta antes de morir en Ravena en 1321, casualmente y, a buen seguro sin mascarilla, a causa de una pandemia de malaria.